El material de montaña es esa mezcla perfecta entre «estoy preparado para cualquier cosa» y «¿por qué llevo tanto peso encima?». Empezamos con una mochila que podría albergar a toda una expedición y terminamos olvidando la mitad de lo que realmente necesitamos, pero claro, ¡no podemos olvidarnos de esos calcetines especiales para evitar rozaduras en el dedo meñique! Cada pieza de equipo tiene su propio drama: las botas que se ven tan cómodas en la tienda, pero que en la montaña te hacen sentir como si llevaras bloques de cemento, o el chaleco que, a mitad de camino, se convierte en un horno portátil.
Y ni hablar de las cuerdas, piolets y otros accesorios que, en teoría, son indispensables… pero que, en la práctica, no sabes si te salvarán de una caída o simplemente te harán tropezar con más estilo. Pero, al final del día, te das cuenta de que, por más que el material sea una inversión, lo que realmente cuenta es la confianza en que, si llegas al final del recorrido sin perder nada, has logrado el verdadero objetivo. ¡Al menos siempre puedes presumir de tener equipo de calidad, aunque solo sea para posar en las fotos!