El ciclismo es ese deporte donde te convences de que “solo una subida más” no te va a matar… hasta que llegas a la cima y tu bicicleta parece haberse convertido en una extensión de tu sufrimiento. Entre baches, cuestas que te hacen reconsiderar tus decisiones de vida y el viento en la cara que te hace sentir más «luchador épico» que nunca, el ciclismo te enseña dos cosas: primero, que tus piernas pueden odiarte profundamente, y segundo, que la vista desde la cima de la colina tiene magia… aunque sólo sea porque te da un respiro.
Y cuando por fin llegas al final del recorrido, te das cuenta de que sí, el dolor se olvida, pero el viento en tu rostro y la sensación de libertad… eso no tiene precio. Aunque no te engañes, ¡la próxima vez tal vez elijas una ruta un poquito menos épica!